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Entradas escritas por Raquel Cruz diciendo las cosas claras

Novela romántica paranormal ¿juvenil o no juvenil? Etiquetas

Un millón de etiquetas, ¿para qué?

Estoy harta de la cantidad de etiquetas que se le ponen a las novelas. Que si tiene amor, es una novela romántica, que si tiene sexo, es una novela erótica, que si aparece un pájaro de plumajes coloridos y raros, es una novela fantástica. Absurdo.

A ver, yo no digo que las novelas no deban tener etiquetas o categorías. De hecho, son necesarias para que el lector sepa qué tipo de libro tiene intención de leer. O por lo menos, que se pueda hacer cierta idea.  Así que estoy a favor de los géneros y de las etiquetas, siempre y cuando su función sea la de orientar al lector y no la de limitar la literatura. Porque por desgracia, eso es lo que suele pasar con este tema.

Os pondré un ejemplo personal.

Mi novela, El Arcángel de Luz, es una novela romántica paranormal cuya historia está escrita de una forma muy amena y divertida. Sin descripciones demasiado recargadas, sin escenas de sexo demasiado explícitas. Sin embargo, es una novela que no está recomendada para los jóvenes. ¿Por qué? Pues porque los protagonistas son adultos. Lo que no significa que no la puedan leer, pero no puede llevar la etiqueta “juvenil” por esta (soberana gilipollez) razón. Y es aquí cuando las etiquetas limitan y estorban más que ayudan. Porque os puedo asegurar que hay más escritores con el mismo problema.

Otro ejemplo personal.

Ahora estoy escribiendo una novela que contiene escenas de sexo explícitas, muy explícitas, pero no solo hay sexo. También hay intriga, conspiración, venganza, celos, por lo que no podrá llevar la etiqueta de erótica, porque en la erótica toda la trama (por lo visto) gira entorno al sexo y a la historia romántica entre los protagonistas. Y tampoco podrá llevar la etiqueta de erótica, ya que en esas novelas suele aparecer las palabras “polla, “cipote”, “coño”, “mojada” y “se la clavó hasta el fondo”. Y en la mía aparece la palabra “mojada”, pero en vez de polla digo pene, y en vez de, se la clavó hasta el fondo, digo “la penetró profundamente”. Así que por lo visto mi lenguaje es demasiado puritano para ser erótico. O a lo mejor mi novela tendría que llevar la etiqueta de “Erótica Light”, puestos a etiquetar cosas… (A lo mejor le he dado una idea a los editores).  Oh, oh, y como en una de mis escenas picantes se me ocurra incluir unas esposas, a ver qué carajo hago porque ya no sé si sería erótica sado o erótica policiaca.

Lo que quiero decir con esto, aunque de una forma muy exagerada, es que a veces podemos llegar a ser muy ridículos con el tema de las etiquetas y de los géneros. ¿Por qué una chavala de 17 años no puede leer un libro entretenido, ameno y sencillo, solo por el hecho de que los protas sean adultos? ¿Por qué en una novela erótica todo tiene que girar en torno al sexo o tener un lenguaje soez?  ¿Por qué en una novela no puede haber un poquito de todo sin el riesgo a que te “etiqueten” de ambiguo? ¿Por qué, en definitiva, en vez de orientar, limitamos a los lectores y a la literatura?

Escritoras de novela romántica: los nervios

Uno de los temores de las escritoras de novela romántica al hablar en público de sus libros son los nervios.

Nervios, nervios.

Hola, me llamo Raquel y tengo miedo escénico. Es algo que sospechaba desde hace tiempo, pero que ahora, a raíz de la publicación de El Arcángel de Luz, he podido comprobar a ciencia cierta. Lo paso fatal cuando pienso que voy a hablar en público. Me muero cuando sé que voy a hacerlo. Se me seca la garganta, se me acelera el corazón. Me jiño viva.

Y eso me produce mucha rabia y frustración. Porque yo quiero aprovechar esas oportunidades que se me presentan (que son escasas) y hablar sin parar de mi novela. Explayarme a gusto, cual papagayo de selva y venderme bien, que es de lo que se trata. Pero no hay manera. No sé por qué, pero me quedo bloqueada.

En la última entrevista me pasó algo muy curioso. Estaba yo pegada al teléfono, esperando a que me llamasen de la radio, y no podía parar quieta. Paseaba de un lado al otro del salón, toqueteaba todos los adornos con manos temblorosas (uno casi me lo cargo, de hecho), comprobaba las teclas del teléfono, seguía paseando, volvía a manosear los libros y las figurillas del mueble. Así hasta que por fin sonó el teléfono. Lo cojo, descuelgo y un chico me pasa con la locutora del programa, Elena, y ella empieza hablar conmigo con total familiaridad: “¿y qué tal todo?, ¿cómo te va?, ¿estás nerviosa?”.

Doy por hecho que estamos manteniendo una charla amigable, (de esas previas a la entrevista, para calentar motores) y contestó sin más: “¡Atacada, Elena, estoy atacada! Así que ya puedes tener paciencia conmigo”. O algo así le dije. El caso es que le contesté de una manera muy natural, a esas preguntas y a todas las que le siguieron después. Hasta que de pronto me dice: “Muchas gracias por hablar con nosotros y un beso desde Asturias”. Me quedé muerta.

Recuerdo que me senté en el brazo del sofá y me quedé callada, asimilándolo. Mi chico me miraba y sonreía., “¿a que no ha sido para tanto?”, me preguntaba divertido. “Parecías muy natural”, insistía él. Normal…

Pero bueno, la verdad es que me lo he pasado bien. Me he sentido incluso, como si estuviera hablando con una amiga. Vale, sí, creía que estaba hablando con una amiga. Pero he conseguido contestar a una entrevista sin tartamudear. Algo es algo.

A ver si la próxima vez lo consigo sin autoengañarme.

Las Cosas Claras

De estreno va la cosa

Hoy estreno web y blog. Mi tercer blog para ser exactos. Tuve uno llamado “Diario de una Novel” y lo abandoné para dedicarme por entero a la novela que estaba escribiendo. Cuando terminé esa novela, abrí otro blog, “El Arcángel de Luz”, que también terminé dejándolo por lo mismo y después de meses de continuo mutismo, doy la cara en el blog de mi web.

Han sido diversos los motivos que me han llevado a este prolongado silencio y mentiría si dijera que me arrepiento. He callado porque sencillamente no tenía nada que contar. Y cuando sientes que no tienes nada que decir, es preferible cerrar la puerta sin hacer ruido.

Pero ya estoy aquí. Con ganas de soltar la lengüita y blandir el látigo. Zas, zas, les daría a algunos con mucho gusto. Aunque hoy no, hoy estoy de estreno y no es plan de enseñar los colmillos nada más asomar el hocico. Ya habrá tiempo para encender la mecha.

Haciendo balance

Hoy como digo, seré buena y os pondré un poco en antecedentes de lo que he vivido estos meses. Me han pasado cosas buenas y malas. Más malas que buenas, siendo sincera.

Empezaré por lo positivo; fui a la Feria del Libro de Madrid 2012 con mi tía, nos lo pasamos genial, conocimos personalmente a amigos del facebook y allí, mi agente, mi dio noticias esperanzadoras con respecto a la publicación de mi novela. Luego regresé y pasé un verano de cojón de pato, deseando que llegara el otoño para recibir esa gran noticia, y cuando las hojas empezaron a caer, la noticia llegó con una negativa.

Así que hice nuevos planes y seguí esperando. Sigo esperando. Porque hay algo que no sabes cuando un día, tras escuchar voces en tu cabeza, llegas a la conclusión de que quizás esas voces cobren algún sentido si las plasmas en un papel y sufres una especie de revelación, que te impulsa a gritar, ¡quiero ser escritora! O algo así.

Pero como digo, no sabes que te pasarás más tiempo esperando que escribiendo, y sin ninguna garantía de nada. Lo mismo tienes suerte y te coronas con laureles, como te mueres del asco y acabas contando tu historia de juntaletras fracasado, a cualquier oreja que se te plante delante. Yo de momento no he llegado ni a la categoría de juntaletras fracasada. Cruzo los dedos.

Las cosas claras

No quiero que se malinterpreten mis palabras y me tachen de pesimista. No se trata de eso. Pero este blog se titula “Las Cosas Claras” y haré honor a su título, siempre desde mi punto de vista.

Soñar es bonito. Necesario. Pero no es cierto que todos los sueños se cumplen. No siempre que te esfuerzas consigues lo deseado. Aunque es preciso intentarlo. Aspirar a algo en la vida, a lo que sea, tiene que estár por encima de un propósito. Debe primar la vocación al interés por la recompensa. Pues quizás, como digo, nunca la haya. Y esa es la verdad. Entenderlo es evitar frustraciones a tiempo, ilusiones en vano y escritores fracasados. O fracasados a secas. Porque cuando luchas por tus sueños, por el placer de intentarlo, aunque fracases, siempre ganas.